Depresión en el Liderazgo
Mayordomía efectiva de nuestra salud mental
Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras”. (Mateo 26:36-44)
Cuando hablamos de la depresión como una enfermedad mental, la gente suele pensar ligeramente en una persona que lucha con la ansiedad, la tristeza, la depresión y los sentimientos intensos de soledad. Esto suele ser causado por problemas de salud o aflicción emocional en el contexto de los métodos inadecuados para manejar la situación o en algunos casos raros, trastornos médicos y biológicos. En los pasados dos años de la pandemia mundial, ha habido un número sin precedente de pastores y líderes que sufren de soledad y depresión1. En ocasiones hablar de esto con una persona que sufre de depresión, con frecuencia provoca un sentido de negación y rechazo a recibir ayuda, o a veces una respuesta enojada. Tal vez usted encoja los hombros, piense que la persona no es espiritual, o quiera orar y hablar con ella, pero la realidad es que debemos entender qué sucede en la vida diaria de esa persona. De hecho, aun si es pastor o líder de la iglesia, esta reacción a su comportamiento a menudo provocará una respuesta compleja. Ya sea que estemos ofreciendo amistad o consejería, la reacción frecuente es rechazar la ayuda, lo cual es contraproducente para ayudar a la persona que está experimentando dolor emocional o físico. Como ministros, a menudo pasamos por alto las respuestas que se encuentran en la vida de Jesús. Lea nuevamente los versículos de nuestro texto que hablan sobre Jesús. La Biblia nos da un vistazo asombroso del alma de Jesús la noche antes de ser crucificado. En seis ocasiones, dicho de manera distinta, Jesús reveló Su propia lucha contra la ansiedad, la tristeza, la depresión y los sentimientos intensos de soledad. Por lo tanto, estos causantes de estrés emocional o de salud NO son pecado2. Pero si no se atienden estas condiciones, pueden llevar a los ministros u otros cristianos a pensamientos o acciones pecaminosos (incluyendo el suicidio) que son improductivos para recuperar la salud emocional, espiritual y física. Ciertamente, podemos aprender de la manera en que Jesús luchó contra la ansiedad, la soledad, el desaliento y la depresión. De hecho, Jesús fue tentado en todo según nuestra semejanza (Hebreos 4:15). Los desafíos a Su propia salud mental y cómo manejó la ansiedad pueden alentarnos a seguir Su ejemplo para vencer el dolor emocional y el estrés mental.
1. Él escogió a unos amigos cercanos y honestos para que estuvieran con Él (estos tres amigos fueron muy francos con Él y en ocasiones estuvieron en desacuerdo). “Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo…” (Mateo 26:37). Este fue un tiempo íntimo de oración. Pero, mucho antes en Su ministerio, Jesús insistió en que solo Pedro, Jacobo y Juan fueran con Él a la casa de Jairo (Marcos 5:37). Sin duda, había una estrecha intimidad con este grupo de tres, que Jesús confió y se sintió cómodo compartiendo con ellos.
2. Él se abrió con ellos. Él les dijo: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte” (Mateo 26:38). En el Getsemaní, Jesús sintió la necesidad de compartir acerca de las dificultades que Le esperaban. Dos semanas antes, mientras compartía Su frustración con Sus seguidoras, Marta y María, (quienes, dicho sea de paso, dudaron de la resurrección inmediata de Lázaro), Jesús demostró Sus emociones al llorar por el sufrimiento y la muerte de Lázaro (Juan 11:35). Esta vulnerabilidad manifestada con lágrimas y quejidos puede ser más terapéutica para un hijo de Dios de lo que a veces podamos entender.
3. Él le pidió a Sus amigos de confianza y ungidos que intercedieran por Él y lo acompañaran en Su batalla. “Quedaos aquí, y velad conmigo”. (Mateo 26:38) Recuerde que en Marcos 5:35-40, ante la muerte de la hija de Jairo, Jesús le pidió solo a tres discípulos que entraran con Él para orar por ella. En este incidente que desafía la limitación humana, Él necesitó el apoyo de aquellos en quienes confiaba.
4. Él tomó tiempo para apartarse a un lugar donde podía descansar, relajarse, orar y reenfocarse en las cosas que eran verdaderamente importantes. En Marcos 6:31, 32, Jesús dijo: “Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer. Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto”. En otro pasaje dice que “su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades” (Lucas 5:15). Sin embargo, Jesús solía retirarse al desierto para orar. Nosotros nunca entenderemos las presiones que el Señor enfrentó en Su vida, pero no somos inmunes al estrés causado por la gente que espera demasiado de nosotros.
5. Él entregó Su corazón al Padre en oración. “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa”. (Mateo 26:39) Esto era demasiado grande como para simplemente ignorarlo; Jesús estaba en una batalla por Su cordura y salud. Siempre hay momentos en nuestras vidas en que necesitamos entregar nuestros problemas y heridas a nuestro Padre por medio del Espíritu Santo. En Lucas 6:11, 12, leemos, “Y ellos se llenaron de furor, y hablaban entre sí qué podrían hacer contra Jesús. En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios”. Ciertamente, si usted es como yo, ha tenido una de esas noches, días o semanas en las que necesita seguir orando hasta que el Espíritu Santo descienda y ministre a su mente y corazón dolidos.
6. Él descansó Su alma en la sabiduría soberana de Dios. “Pero no sea como yo quiero, sino como tú”. (Mateo 26:39). En Su oración de Juan 17:4, 5, dijo: “Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese. Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”. Todos nosotros tenemos que continuamente, en la fe, entender y confiar que Dios tiene un plan para nuestras vidas desde el principio hasta la eternidad. Esto es importante en los tiempos en que vivimos. Si usted no tiene esta seguridad divina del Espíritu para darle consuelo, guianza y dirección, nunca podrá vencer al misterioso enemigo llamado depresión.
7. Él compartió Su ansiedad, soledad y congoja con el Padre. Esta práctica le dio paz en medio de todo lo que atravesó. En Marcos 8:11-13, leemos las respuestas que Jesús dio ante las dificultades que llegaron a Su vida. “Vinieron entonces los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole señal del cielo, para tentarle. Y gimiendo en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide señal esta generación? De cierto os digo que no se dará señal a esta generación. Y dejándolos, volvió a entrar en la barca, y se fue a la otra ribera”. En la compañía de Sus amigos de confianza Él encontró paz para Su corazón. Más adelante, en Juan 14:1, Jesús compartió con Sus discípulos, diciendo: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí”. Jesús pronunció estas palabras de un corazón que a menudo también se sintió perturbado.
8. Él puso Sus ojos en la victoria gloriosa del futuro. En Hebreos 12:2 dice: “…el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”. Por último, en Lucas 22:28-30, leemos las palabras de un Hombre cuyos ojos estaban puestos en Su victoria futura. Jesús dijo: “Pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel”.
¿Dónde deben estar puestos sus ojos hoy?
El pastor Rick Foster (nombre falso) tiene 57 años de edad. Es pastor y consejero. Él ha llegado hasta donde se encuentra en la actualidad porque de joven ministro venció la soledad, ansiedad y la depresión. Rick dice que fue criticado, humillado y marginado durante sus primeros años en el pastorado. Esto lo llevó de ser un pastor feliz y dinámico a uno lleno de ansiedad, ira, depresión, y regularmente se alejaba de su congregación. Su decadencia emocional llegó a tal punto que deseó renunciar al ministerio. Nadie parecía hacer acto de presencia; su cónyuge, compañeros pastores y feligresía ignoraban su condición. Poco a poco fue resbalando en las aguas turbias de la depresión. “Fue el punto más bajo que haya experimentado”, admite, “hasta consideré el suicidio”.
Finalmente, el pastor Rick se fue. Asistió a un colegio comunitario y conoció algunos amigos cristianos. [Entonces], todo comenzó a cambiar. Aquellos “bullies” de su grupo que lo hacían sentir mal dentro de las paredes de la iglesia se fueron. Ahora Rick estaba descubriendo un lado humano de Jesús que nunca había conocido. Además, se rodeó de un pastor amoroso y dos amigos honestos y confiables. Ellos no tenían temor de hablarle con honestidad cuando sus sentimientos estaban equivocados. Él aprendió a manejar su tiempo para salir y caminar por el bosque o por la orilla del mar (en ocasiones con sus amigos cercanos). Comenzó a reenfocarse en lo que lo hacía a él único, y a su ministerio especial. El Espíritu Santo llenó a Rick de seguridad, y con su sistema de apoyo, pasó de la depresión a una mentalidad saludable. En los momentos en que Rick vuelve a sentir esos sentimientos feos que tratan de llegar a su vida, depende de los recursos positivos que Dios le ha dado. En una ocasión me expresó, “He sido diligente en cambiar los mensajes que hay en mi cabeza. Las críticas de quienes no me apreciaban me habían hecho creer que yo era un mal ministro, sin valor e inadecuado. Al internalizar todos esos mensajes depresivos, mi identidad comenzó a cambiar”. Pero aprendiendo de Jesús, él descubrió una voz diferente y la escucha cuando ora por cualquier situación. El pastor Rick cambió a la inversa el mensaje, “Comencé a decirme que yo era amado, talentoso y con una gran personalidad. Mi depresión ya no es un misterio. ¡Solamente tengo que confiar en Dios y en mis verdaderos amigos que me llevan de regreso a mi lugar de gozo y paz!”. 3
1 Philip J. Monroe, “Dear Pastors, Covid-19-Related Depression is Real and Needs Attention,” Washington, DC: The Christian Post, June 1, 2020.
2 Amy Simpson, “Addressing Depression and Suicide in Your Church,” Carol Stream, IL: Christianity Today, April 17, 2013, Addressing Depression and Suicide in Your Church | CT Pastors | Christianity Today.
3 Esta historia es tomada de mi diario ministerial, y no comparto fecha para proteger la verdadera identidad de Rick.

Obispo Wallace Pratt
Obispo regional de Idaho, Oregon, Utah y La Nacion Navajo