Servid al Señor con Alegría…
Avanzando hacia El futuro
Al enterarse de la fama de Salomón, la reina de Sabá viajó 1500 millas (2414 km) en camello por el desierto para ver por sí misma si lo que había oído era cierto. Cuando llegó a Salomón dijo: “Yo no lo creía, hasta que he venido, y mis ojos han visto que ni aun se me dijo la mitad; es mayor tu sabiduría y bien, que la fama que yo había oído. Bienaventurados tus hombres, dichosos estos tus siervos, que están continuamente delante de ti, y oyen tu sabiduría” (1 Reyes 10:7, 8). La felicidad de los siervos daba testimonio de la grandeza del rey.
El relato de la visita de la reina de Sabá es una de las historias más intrigantes y fascinantes del Libro de los Reyes. Jesús mismo hizo referencia a ella en Mateo 12:42, diciendo: “La reina del Sur se levantará en el juicio con esta generación, y la condenará; porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar”.
Se nos ha concedido el gran privilegio de servir a Aquel que es más grande que Salomón, a Jesucristo. Servir al Señor conlleva la idea de vivir para Él y dedicar nuestras vidas a Su voluntad. Pablo subrayó este aspecto de servir al Señor en su carta a los Romanos cuando dijo que debemos presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es nuestro culto racional (Romanos 12:1). Cuando testificamos de que estamos “sirviendo al Señor”, lo que más a menudo nos viene a la mente es que estamos viviendo para Jesús. Esto es importante; sin embargo, la pregunta más amplia demanda una respuesta: Como siervos de Aquel que es más grande, ¿qué estamos haciendo por Él? ¿Cómo le servimos? Jesús respondió a esta pregunta, diciendo:
- Cuando damos de comer al hambriento, le servimos a Él.
- Cuando damos de beber al sediento, le servimos a Él.
- Cuando acogemos a los forasteros, le servimos a Él.
- Cuando vestimos al desnudo, le servimos a Él.
- Cuando visitamos a los enfermos, le servimos a Él.
- Y cuando vamos a las cárceles, le servimos a Él.
Todo lo que hagamos a uno de estos más pequeños, se lo estamos haciendo a Él (Mateo 25:40). Pablo expresó esta misma idea en su carta a los Colosenses, diciendo: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (3:23, 24). Este servicio es uno de los valores centrales de la Iglesia de Dios de la Profecía. Cuando servimos a los demás, sin duda, estamos sirviendo al Señor.
Hay muchos que sobresalen en el servicio, pero a menudo pienso en una señora anciana que asistía a la iglesia local que pastoreé hace varios años. Ella no era cantante, músico, oradora o maestra. De hecho, no tenía ningún deseo de estar “al frente”, pero tenía un corazón para servir. Sin ninguna fanfarria ni nombramiento oficial, comenzó un ministerio de tarjetas. Le enviaba tarjetas a los miembros de la congregación para sus cumpleaños, aniversarios, cuando estaban enfermos, o lo que la ocasión requiriera. Esto sin duda era un gran sacrificio para ella debido a sus escasos recursos, pero lo hacía con mucha alegría. Cuando uno de los ministros jubilados que asistía a la iglesia local se enteró de su ministerio de tarjetas, quiso formar parte y comenzó a proporcionar en secreto los sellos postales para el envío. Otro miembro de la iglesia, que trabajaba como representante de ventas para una empresa de tarjetas de felicitación, también quiso participar en este ministerio y comenzó a proporcionar cajas de tarjetas a esta querida señora. Todos los que servían en este ministerio lo hacían de corazón, es decir, del alma, de buena gana, de todo corazón, como para el Señor.
Independientemente de a quién sirvamos, cómo sirvamos o dónde sirvamos, solo hay uno en la audiencia, “servimos al Señor Jesucristo”. Sirva al Señor con alegría para que otros vean la grandeza de nuestro Rey y testifiquen que aún falta mucho por contar.
Obispo Tim Coalter
Obispo principal